16 de marzo de 2009

PRIMITIVISMO El Arte Primitivo

Se califica indistintamente como primitivo tanto el arte preclásico o prelógico -es decir, el producido por los pueblos prehistóricos y comunidades aborígenes- como el arte popular, y también la pintura y escultura realizadas por artistas que no han recibido entrenamiento en estas materias.

El arte de los pueblos prehistóricos demanda una mirada al pasado o a las comunidades que, viven en estado natural, y el arte popular implica la permanencia de una tradición y la existencia de una actitud comunitaria. El arte de los pintores y escultores conocidos como "primitivos" o "primitivistas" comparte con los anteriores el hecho de carecer de todo aquello que es objeto de enseñanza en la academia, pero se diferencia en que es un tipo de concepción individual que sólo comenzó a aceptarse como arte a finales del siglo XIX, y en cuyo reconocimiento jugó un papel preponderante cierto hastío de la civilización, del tecnicismo y del refinamiento.

Aunque usualmente se tiende a comparar los dibujos y pinturas infantiles con el primitivismo, es claro que las creaciones de los niños guardan correspondencia con la edad y con los distintos grados de experiencia y aprendizaje, mientras que en el arte primitivista -también conocido con el término francés NAIF una marcada evolución sería contraria a su misma naturaleza. El vocablo naif procede del latín nativus, y significa innato, natural. Se utiliza para hacer referencia a lo ingenuo, lo inocente, lo no artificioso, cualidades que se malograrían con el dominio de los recursos plásticos y con la sofisticación en la concepción y ejecución de la pintura o la escultura.

No es extraño, por consiguiente, que el arte primitivista haya sido practicado primordialmente por pintores marginales -campesinos, guardias, mineros, mecánicos, obreros- ni que refleje una ingenua visión del mundo por medio de una representación cándida y simple. El arte naif carece de teoría y, por lo tanto, no puede aprenderse ni enseñarse. La sinceridad es su valor definitorio y su principal característica, y aunque es evidente que el arte primitivista puede poner de presente una gran originalidad, ésta no obedece a una búsqueda consciente ni constituye la principal preocupación de los artistas.

El arte primitivista se inició en Francia con la obra de Henri Rousseau (Laval, 1844 - París, 1910), conocido como "el Aduanero" por haberse desempeñado como guardia o inspector de aduanas, y cuya obra -en un principio objeto de burlas- fue incluida en el Salón de Artistas Independientes a partir de 1886. Su trabajo llegó a dividir a los intelectuales de su país entre quienes lo consideraron simplemente como un resumen de ignorancia pictórica, y quienes descubrieron en él su potencial expresivo. Entre estos últimos se encontraban grandes nombres de la pintura como Signac, Renoir, Redon, Toulouse Lautrec y Picasso, e intelectuales como Apollinaire, quien se convirtió en uno de sus más dedicados propagandistas.

La obra de Rousseau ha crecido en estimación a lo largo del siglo XX por su carácter directo y sin rodeos, por su técnica sencilla, sus colores brillantes, sus escenarios exóticos e imaginativos y su visión armónica del universo. Su trabajo hace gala de un realismo detallado en un período en el que la representación fiel de la naturaleza comenzaba a alejarse de los objetivos del arte, pero su obra no se ajusta a las normas de una visión naturalista, y una extraña espiritualidad -que precisamente ha permitido su comparación con el arte de los pueblos primitivos- emana de la ingenuidad de sus soluciones pictóricas. A pesar de la inocencia de Rousseau, su obra ha tenido extensa influencia en el trabajo de pintores tan definitivos para el desarrollo de la modernidad como Picasso, Chagall, Kandinsky y Miró.

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